MONITOREANDO EL RIESGO DE LOS INCENDIOS: EL HUMO COMO PROBLEMA SANITARIO

MONITOREANDO EL RIESGO DE LOS INCENDIOS: EL HUMO COMO PROBLEMA SANITARIO

MONITOREANDO EL RIESGO DE LOS INCENDIOS: EL HUMO COMO PROBLEMA SANITARIO
Por Martín Amigo, Cecilia Belén Cappa, Florencia Sol García, Leonardo Iula y Mariana Manteca Acosta.

Donde hay humo…

Al pensar en desastres naturales, una de las primeras imágenes que solemos evocar es la de un incendio forestal, con llamas voraces consumiendo los árboles, avanzando hasta alcanzar los techos de zonas habitadas, mientras grandes nubes negras de humo se elevan al cielo. Durante el periodo de los años 2020 – 2025, estos escenarios, que tiempo atrás fueron ocasionales, se han convertido en un paisaje recurrente y preocupante a lo largo de nuestro país, llegando a declararse la emergencia ígnea nacional (Decreto 2/2023). Los incendios forestales no controlados por causas antrópicas- ya sean accidentales, como los descuidos de turistas en áreas protegidas, o intencionales, vinculados a emprendimientos inmobiliarios o disputas por tierras -han intensificado su impacto ambiental al combinarse con el aumento de la variabilidad climática, produciendo un encadenamiento de eventos climáticos extremos. Las consecuencias suelen ser devastadoras: grandes extensiones de bosques nativos y humedales arrasados por el fuego, la destrucción de fauna silvestre, ganado y animales domésticos; la alteración de la vegetación y la degradación del suelo. Entre 2023 y 2024, se registraron extensas superficies quemadas, lo que da cuenta de la gran cantidad de biomasa liberada a la atmósfera como consecuencia de los incendios (FIGURA 1).

FIGURA 1. Área quemada acumulada entre los años 2023 y 2024 por departamento

Área quemada acumulada
Fuente: elaboración propia a partir de datos adaptados de CONAE.



La mayoría de los estudios acerca de los incendios abordan los sistemas que estiman la probabilidad de ignición, predicen la propagación del fuego, evalúan la dificultad para controlarlo y calculan los daños materiales que podría causar, están enfocados en evaluar los factores que condicionan la ocurrencia de los incendios forestales, su comportamiento y efectos directos. Ahora nos gustaría abordar un aspecto a menudo subestimado del problema: ¿cómo afecta a nuestra salud el humo generado por los incendios forestales?.

El humo proveniente de la quema de biomasa tiene efectos perjudiciales para el ambiente y para la salud humana. Además de los riesgos inmediatos, como las afecciones respiratorias y la irritación que sufren las personas expuestas cerca de los focos de incendio, la exposición prolongada a las partículas en suspensión puede generar problemas de salud crónicos. Estos efectos a largo plazo sobre la salud pública reciben menos atención que los daños visibles e inmediatos. El monitoreo y vinculación de estas problemáticas de salud suelen quedar escindidos de las tecnologías habituales, dificultando la ejecución de una planificación sanitaria y ambiental adecuada para mitigar estos impactos.

Frente a este panorama, proponemos analizar la importancia de implementar un Sistema de Monitoreo del Riesgo para la Salud, con un enfoque específico en evaluar la calidad del aire afectada por el humo. Este sistema seguiría los rastros dejados por las cicatrices de la quema, con el objetivo de proteger la seguridad y la salud pública.

Sobre el riesgo

Una forma útil de comprender y gestionar riesgos es mediante una formulación clásica que permite descomponerlo en factores más manejables a nivel conceptual:

Riesgo = Amenaza × Vulnerabilidad

En nuestro caso, el humo representa la amenaza, mientras que la vulnerabilidad refleja la capacidad de las comunidades para enfrentar y adaptarse a estos fenómenos. Esta perspectiva tiene una utilidad práctica clave: al identificar claramente ambos componentes, es posible diseñar estrategias para intervenir sobre ellos y reducir el riesgo total, incluso cuando la amenaza no pueda eliminarse por completo.

Esta formulación facilita la evaluación comparativa de riesgos entre diferentes zonas o momentos, y mejora la comunicación entre expertos, tomadores de decisiones y las comunidades afectadas, promoviendo una cultura de prevención más que de simple reacción post-evento. Para construir dicho sistema de monitoreo del riesgo, desde el Centro Nacional de Diagnóstico e Investigación en Endemo - Epidemias (CeNDIE) de la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud “Dr. Carlos G. Malbrán” (ANLIS-Malbrán), nos propusimos abordar desde una perspectiva interdisciplinar la complejidad de esta problemática en sus dimensiones climáticas y socioambientales.

Sobre la amenaza

El humo es una combinación de contaminantes gaseosos (como el monóxido de carbono), contaminantes atmosféricos peligrosos (como los hidrocarburos aromáticos policíclicos), vapor de agua y material particulado (PM, por su sigla en inglés). Este último constituye la principal amenaza para la salud pública.

El PM es un término general para describir una mezcla compleja de gotas líquidas y partículas sólidas suspendidas en el aire. Aunque existen muchas fuentes de PM, las actividades relacionadas con la combustión –como la quema de biomasa– son de las más relevantes. Las partículas pueden variar ampliamente en tamaño, forma y composición: algunas son tan pequeñas que solo pueden observarse mediante microscopía electrónica. Pueden estar compuestas por ácidos (como el ácido sulfúrico), compuestos inorgánicos (como sulfato de amonio, nitrato de amonio y cloruro de sodio), químicos orgánicos, hollín, metales, polvo o suelo, e incluso materiales biológicos (como esporas de moho o polen).

Una de las fracciones más peligrosas es el PM2.5, partículas de 2.5 micrómetros de diámetro o menos, capaces de penetrar profundamente en los pulmones e incluso alcanzar el torrente sanguíneo afectando tanto al sistema respiratorio como al cardiovascular. Debido a su tamaño diminuto, pueden infiltrarse con facilidad en los hogares, lo que incrementa la contaminación del aire en interiores. Durante un incendio forestal, los niveles de partículas en suspensión pueden aumentar tanto que su presencia en el aire se vuelve visible a simple vista, lo que incrementa significativamente su peligrosidad, aún para quienes residen a kilómetros de distancia.

Sobre la exposición y la vulnerabilidad

Un número creciente de evidencias científicas vincula la exposición al humo de incendios forestales con una amplia variedad de efectos adversos para la salud (DeFlorio-Barker et al., 2019; Liu et al., 2015; Adetona et al., 2016; Reid et al., 2016; Wettstein et al., 2018). Los datos muestran que no existe un nivel seguro de exposición: a mayor exposición, mayores son los riesgos. Entre los efectos identificados se encuentran desde molestias leves, como irritación ocular y de las vías respiratorias, hasta consecuencias graves como infecciones respiratorias, agravamiento del asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, fallas cardíacas y muerte prematura. Incluso en personas sanas, estas exposiciones pueden provocar una reducción transitoria de la función pulmonar e inflamación de los pulmones. Además, el PM puede afectar la capacidad del organismo para eliminar materiales extraños inhalados, como virus y bacterias, lo que incrementa la susceptibilidad a infecciones respiratorias.

Sabemos que las exposiciones de corto plazo (de días a semanas) se han asociado con la exacerbación de enfermedades respiratorias y cardiovasculares preexistentes, así como con mortalidad prematura (US Environmental Protection Agency, 2009). Aunque aún son escasos, algunos estudios epidemiológicos han comenzado a analizar los efectos acumulativos de la exposición persistente al humo de incendios, encontrando evidencia de que la exposición ocupacional continua al humo de incendios, afecta directamente la función pulmonar.

Según estos trabajos los grupos más vulnerables a estos efectos incluyen personas con enfermedades respiratorias o cardíacas preexistentes, niños, adultos mayores, embarazadas, trabajadores expuestos al aire libre y poblaciones en situación socioeconómica desfavorable. Estos resultados señalan sus propias limitaciones, y ponen en evidencia que no puede entenderse la vulnerabilidad sólo con una perspectiva biomédica. La vulnerabilidad social constituye un componente fundamental en la caracterización del riesgo. Mientras que las miradas más reduccionistas que lo asocian únicamente con la exposición física frente a amenazas naturales, la vulnerabilidad social refiere a las estructuras socioeconómicas presentes con las que estas poblaciones cuentan, que condicionan su capacidad de respuesta y recuperación (Natenzon, 2004). En la propensión a quienes sean potencialmente afectadas por los impactos de peligros específicos, es importante identificar no solo las condiciones socioeconómicas previas a la ocurrencia del evento, sino también la dimensión cultural asociada a la percepción y comprensión del riesgo a las que están expuestas. De esta manera, una misma amenaza puede generar una distribución desigual del riesgo de acuerdo a las diferentes condiciones socioeconómicas de las comunidades afectadas, los niveles de organización junto a sus políticas e instituciones orientadas a prevenir y mitigar sus efectos (Barrenechea et al., 2003).

Aplicando la ecuación en territorio

Desde el CeNDIE - ANLIS-Malbrán, analizamos el riesgo del humo de incendios forestales para la salud humana. Este es un desafío que implica integrar datos químico-atmosféricos para estimar la calidad del aire, datos de salud para ponderar las afectaciones biomédicas y las desigualdades socioeconómicas que condicionan la vulnerabilidad de cada comunidad frente a esta amenaza.
Para ello, utilizamos el modelo WRF-CHIMERE-EDGAR¹ (Ferreyra et al., 2016), un sistema avanzado de simulación de dispersión, transformación y deposición de contaminantes atmosféricos, implementado a escala nacional por el Instituto Gulich - CONAE. Este modelo integra el inventario global de emisiones antropogénicas EDGAR (Artés et al., 2019), con datos meteorológicos locales. Además, para representar con mayor precisión la quema de biomasa y su impacto atmosférico, se incorporan datos satelitales de focos de calor y mapas de área quemada provenientes de los sensores MODIS y VIIRS. Esta información permite identificar en tiempo casi real las zonas activas de incendios y estimar la cantidad de biomasa consumida, lo que es fundamental para modelar la emisión de contaminantes.

Gracias a esta integración, fue posible calcular cómo se transportan, transforman y depositan diversos contaminantes, entre ellos el material particulado fino (PM2.5), monóxido de carbono (CO), dióxido de nitrógeno (NO2), dióxido de azufre (SO2), ozono troposférico (O3) y compuestos orgánicos volátiles, todos ellos relevantes para evaluar los impactos del humo. Con estos resultados, calculamos el Índice de Calidad del Aire siguiendo el algoritmo de la Environmental Protection Agency (US Environmental Protection Agency, 2024), que sintetiza la concentración de múltiples contaminantes en un único valor indicativo del nivel de amenaza ambiental, facilitando la interpretación por parte de autoridades y la población. Esta herramienta permite visualizar los niveles de contaminación atmosférica en todo el territorio nacional generar pronósticos diarios y simulaciones históricas de la calidad del aire. En la FIGURA 2 se puede observar un ejemplo creado a partir de datos de enero del 2017, donde se registraron importantes incendios en La Pampa, sur de Buenos Aires y noreste Río Negro.

FIGURA 2. Focos de calor e Índice de calidad del aire (AQI) correspondiente al 30 de enero de 2017

 Amenazas geodinámicas
Fuente: elaboración propia a partir de los modelos WRF-CHIMERE-EDGAR (CONAE) y AQI (EPA) y los focos de calor descargados del portal FIRMS (NASA).



Continuando con la formulación del riesgo, la vulnerabilidad de la población se estimó mediante el Índice de Vulnerabilidad Social frente a Desastres (IVSD), desarrollado por el Instituto Geográfico Nacional. Este índice caracteriza la vulnerabilidad social a partir de tres dimensiones fundamentales: condiciones sociales (por ejemplo, porcentaje de población sin cobertura de salud y nivel educativo), habitacionales (como hacinamiento crítico y tipo de materiales de construcción) y económicas (incluyendo tasa de desocupación y acceso a servicios básicos).

Para enriquecer esta caracterización, agregamos datos del Ministerio de Salud y otros organismos como el INDEC, que aportan información sobre la prevalencia de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, tasas de hospitalización por patologías sensibles a la calidad del aire (como asma, EPOC y neumonía), datos demográficos y distribución geográfica de grupos poblacionales especialmente vulnerables (niños, adultos mayores, embarazadas y trabajadores expuestos al aire libre). Este enfoque integral permite no solo mapear la amenaza ambiental, sino también identificar las poblaciones que enfrentan mayores riesgos para su salud, contribuyendo a orientar acciones de mitigación y respuesta más efectivas.

Actualmente estamos trabajando en la integración de estas herramientas en un Mapa Nacional de Riesgo frente a Incendios, que combine la dimensión ambiental y la social para ofrecer un panorama dinámico y actualizado de los riesgos asociados a la quema de biomasa en la Argentina.

Donde hubo fuego…

La composición del humo puede variar considerablemente según el tipo de vegetación y para investigar sus efectos de forma rigurosa, es indispensable diferenciar entre la contaminación natural (como incendios forestales o polvo en suspensión) y la contaminación antropogénica (producida por la quema de combustibles fósiles u otras actividades humanas), evitando así sesgos que distorsionen los resultados.

La composición del humo puede variar considerablemente según el tipo de vegetación y para investigar sus efectos de forma rigurosa, es indispensable diferenciar entre la contaminación natural (como incendios forestales o polvo en suspensión) y la contaminación antropogénica (producida por la quema de combustibles fósiles u otras actividades humanas), evitando así sesgos que distorsionen los resultados.

Los impactos en la salud no desaparecen cuando se apagan las llamas, porque, “donde hubo fuego, cenizas quedan”.

Agradecimientos

Nuestro especial agradecimiento a la Dra. María Fernanda García Ferreyra (Instituto Gulich) por su valiosa colaboración en la implementación del modelo WRF-CHIMERE-EDGAR, fundamental para la simulación y análisis de la dispersión de contaminantes atmosféricos en este trabajo.

Notas

¹WRF–CHIMERE–EDGAR corresponde a la combinación de tres herramientas: Weather Research and Forecasting model (WRF), modelo de pronóstico meteorológico; CHemical transport model for Investigating MEchanisms of atmospheric REactions (CHIMERE), modelo de transporte y química atmosférica; y Emissions Database for Global Atmospheric Research (EDGAR), base de datos global de emisiones contaminantes de la Comisión Europea.

Bibliografía

  • Adetona, O., Reinhardt, T. E., Domitrovich, J., Broyles, G., Adetona, A. M., Kleinman, M. T., Ottmar, R. D., & Naeher, L. P. (2016). Review of the health effects of wildland fire smoke on wildland firefighters and the public. Inhalation Toxicology, 28(3), 95–139. https://doi.org/10.3109/08958378.2016.1145771.
  • Artés, T., Oom, D., de Rigo, D., Durrant, T. H., Maianti, P., Libertà, G., & San-Miguel-Ayanz, J. (2019). A global wildfire dataset for the analysis of fire regimes and fire behaviour. Scientific Data, 6(1), 296. https://doi.org/10.1038/s41597-019-0312-2.
  • Barrenechea, J., Gentile, E., González, S., & Natenzon, C. (2003). Una propuesta metodológica para el estudio de la vulnerabilidad social en el marco de la teoría social del riesgo. En S. Lago Martínez (Coord.), En torno a las metodologías: abordajes cualitativos y cuantitativos (pp. 179–196). Proa XXI
  • DeFlorio-Barker, S., Crooks, J., Reyes, J., & Rappold, A. G. (2019). Cardiopulmonary effects of fine particulate matter exposure among older adults, during wildfire and non-wildfire periods, in the United States 2008–2010. Environmental Health Perspectives, 127(3). https://doi.org/10.1289/EHP3860
  • Environmental Protection Agency. (2009). Integrated science assessment (ISA) for particulate matter (Final Report, Dec 2009; EPA/600/R-08/139F). U.S. Environmental Protection Agency.
  • Environmental Protection Agency. (2024). Technical Assistance Document for the Reporting of Daily Air Quality – the Air Quality Index (AQI). U.S. Office of Air Quality Planning and Standards.
  • Ferreyra, M. F. G., Curci, G., & Lanfri, M. (2016). First implementation of the WRF-CHIMERE-EDGAR modeling system over Argentina. IEEE Journal of Selected Topics in Applied Earth Observations and Remote Sensing, 9(12), 5304–5314. https://doi.org/10.1109/JSTARS.2016.2588502.
  • Liu, J. C., Pereira, G., Uhl, S. A., Bravo, M. A., & Bell, M. L. (2015). A systematic review of the physical health impacts from non-occupational exposure to wildfire smoke. Environmental Research, 136, 120–132. https://doi.org/10.1016/j.envres.2014.10.015
  • Natenzon, C. E. (2004). Las grandes inundaciones en el litoral argentino: Riesgo, vulnerabilidad social y catástrofes. Encrucijadas, 29. Universidad de Buenos Aires. http://repositoriouba.sisbi.uba.ar
  • Poder Ejecutivo Nacional. (2023). Emergencia ígnea. Prórroga del Decreto N.º 6/2022 (Decreto N.º 2/2023). Boletín Oficial de la República Argentina. https://www.boletinoficial.gob.ar/detalleAviso/primera/279086/20230105
  • Wettstein, Z. S., Hoshiko, S., Fahimi, J., Harrison, R. J., Cascio, W. E., & Rappold, A. G. (2018). Cardiovascular and cerebrovascular emergency department visits associated with wildfire smoke exposure in California in 2015. Journal of the American Heart Association, 7(8). https://doi.org/10.1161/JAHA.117.007492
  • Autores

    Martín Amigo. Licenciado en Ciencias de la Computación. mamigo@anlis.gob.ar

    Cecilia Belén Cappa.Licenciada en Ciencias Ambientales. ccappa@anlis.gob.ar

    Florencia Sol García.Licenciada en Sociología. fsgarcia@anlis.gob.ar

    Leonardo Iula. Doctor en Química Biológica. liula@anlis.gob.ar

    Mariana Manteca Acosta. Doctora en Ciencias Biológicas. Investigador principal, Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud “Dr. Carlos C. Malbrán”. mantecaacosta@anlis.gob.ar

  • Todos los autores se desempeñan en el Centro Nacional de Diagnóstico e Investigación en Endemo - Epidemias (CeNDIE), ANLIS-Malbrán, Ministerio de Salud de la Nación.