Gestión de los riesgos volcánicos en la República Argentina
Gestión de los riesgos volcánicos en la República Argentina
Por Sebstián García.
Vulcanismo en Argentina
Debido a su vasta extensión, nuestro país presenta una notable diversidad de paisajes y morfologías. Esto se refleja en la variedad de volcanes que alberga su territorio. Argentina es un país flanqueado hacia el oeste por la imponente Cordillera de los Andes,una extensa cadena montañosa de orientación norte-sur que se extiende por unos 7.500 km a lo largo del continente americano. Muchos de los picos de esta cadena montañosa corresponden a volcanes. Algunos de ellos no tienen actividad desde hace millones de años y otros han entrado en actividad en tiempos geológicos recientes (durante los últimos 10.000 años), por lo cual son considerados volcanes activos. A su vez, hacia el sur, en la Antártida
y áreas subantárticas, se reconocen dos zonas volcánicas con frecuentes erupciones: las Islas Shetland del Sur y las Islas Sandwich del Sur.
Los volcanes generan asombro y atraen a millones de personas, ya que sus suelos fértiles y paisajes los convierten en lugares habitables. Sin embargo, sus erupciones pueden poner en riesgo vidas, infraestructuras y economías. Se estima que 800 millones de personas viven a menos de 100 km de volcanes activos en todo el mundo (Loughlin et al., 2015). En este contexto, aunque muchos lo desconocen, Argentina está entre los 10 países con más volcanes activos del mundo (Global Volcanism Program, 2024), con un total de 38 volcanes considerados activos o potencialmente activos en la parte continental americana, 14 volcanes en el Sector Antártico y 13 en las islas Sándwich del Sur, de acuerdo con el Ranking de Riesgo Volcánico para la República Argentina (Elissondo y Farias, 2024), elaborado de forma conjunta entre el SEGEMAR (Servicio Geológico y Minero Argentino) y el SMN (Servicio Meteorológico Nacional) (FIGURA 1).
FIGURA 1. Inventario de sistemas volcánicos activos y potencialmente activos de la República Argentina

En este listado, encontramos una gran diversidad de volcanes, incluyendo algunos de gran altitud, como el Ojos del Salado, considerado el más alto del mundo con 6.879 m s.n.m, y otros con lagunas ácidas y de alta tempe- ratura, como el Copahue (FIGURA 2) y el Tupungatito. A su vez, se presentan distintas morfologías, entre ellas los estratovolcanes con su característica forma cónica, como el reconocido volcán Lanín, ubicado en la provincia del Neuquén, el cual está representado en el escudo provincial y que da nombre a uno de los parques nacionales más antiguos del país, así como extensos volcanes en escudo, como el volcán Payún Matrú, en el sur de la provincia de Mendoza.
El volcán Copahue, ubicado en la pro- vincia del Neuquén, es el más activo de nuestro país. A sus pies se encuen- tran las localidades turísticas de Caviahue y Copahue, situadas a 5 y 9 km del cráter activo, respectivamente. Su último ciclo eruptivo se inició el 22 de diciembre de 2012, con la generación de una columna eruptiva que alcanzó los 1.500 m sobre el cráter y se disper- só hacia el este-sudeste.
FIGURA 2. Volcán Copahue

Riesgo volcánico en Argentina
Los volcanes ubicados en Argentina, al igual que en gran parte de la cordi- llera de los Andes, se caracterizan por generar erupciones de tipo explosivo con extensas columnas eruptivas que eyectan material piroclástico (ceniza volcánica) a la atmósfera, las cuales en muchas oportunidades recorren una gran distancia desde el centro de emisión, principalmente hacia el este, producto de los vientos predominan- tes en la cordillera de los Andes.
En los últimos 100 años, numerosas erupciones han afectado el territorio argentino, tanto de volcanes nacionales como de chilenos, causando serios impactos en la población y significativas pérdidas económicas y materiales (Elissondo et al., 2016; Caselli et al., 2016). Algunos de los eventos más destacados incluyen las erupciones del Quizapu (1932), Láscar (1986–1993), Hudson (1991), Chaitén (2008), Planchón-Peteroa (1991, 2011, 2018), Cordón Caulle (2011), Copahue (2012) y Calbuco (2015). A su vez, los registros estratigráficos evidencian la ocurrencia en el pasado de erupciones mayores, con capacidad de afectar a escala local, regional y hemisférica, como es el caso de la erupción riolítica del Complejo Volcánico Cerro Blanco, ocurrida hace aproximadamente 4410 años (Báez et al., 2020), en la actual provincia de Catamarca.
De acuerdo al Ranking de Riesgo volcánico para la República Argentina, el 58% de los volcanes activos del país se encuentran en la región del Noroeste Argentino (NOA), con un (1) volcán en la provincia de Jujuy, seis (6) volca- nes en la provincia de Salta y quince (15) volcanes en la provincia de Catamarca. Esto es seguido por la región Patagonia, con un 22% de los volca- nes activos, siete (7) en la provincia de Neuquén, y dos (2) en la provincia de Santa Cruz. Finalmente, siete (7) volcanes se ubican en la provincia de Mendoza, representando un 20% para la región de Cuyo (Elissondo y Farias, 2024) (TABLA 1).
TABLA 1. Ranking de riesgo volcánico relativo

Fuente: Elissondo y Farias (2024).
Aunque la dispersión y caída de ceniza usualmente no generan pérdida de vi- das humanas, estas pueden tener im- portantes efectos socio-económicos y ambientales y presentar una gran amenaza para la seguridad de la aero- navegación (Elissondo et al., 2016). Un ejemplo icónico de esto fue la erup- ción explosiva del Complejo Volcánico Puyehue-Cordón Caulle el 4 de junio de 2011, que desencadenó la evacua- ción espontánea de aproximadamente 4000 habitantes de Villa La Angostura, ubicada a 50 km de distancia hacia el sudeste (Elissondo et al. 2016). La nube y la caída de cenizas asociadas también llegaron a las ciudades de Villa Traful, San Carlos de Bariloche e incluso a Buenos Aires, obligando al cierre de aeropuertos locales y a la cancelación de vuelos, generando enormes pérdidas económicas. El tráfico terrestre también se vio afectado en múltiples escalas producto de la caída de tefra, incluso provocando el cierre del paso fronterizo internacio- nal Cardenal Samoré durante casi tres meses. Otros impactos asociados con la acumulación de tefra incluyeron: colapso de decenas de techos preca- rios, obstrucción de los sistemas de drenaje urbano, contaminación de los suministros de agua e interrupción del suministro eléctrico (Craig et al., 2016; Elissondo et al., 2016; Wilson et al., 2013). Los impactos en la agricultura, la ganadería y los ecosistemas también fueron severos, e incluyeron la cobertura de tierras agrícolas, pro- vocando escasez de agua y forraje para los animales, y resultando en la pérdida de animales, disminución en las tasas de natalidad y aumento de la depredación. Más de diez años des- pués, las comunidades y ecosistemas afectados por esta erupción aún se en- cuentran en recuperación (Craig et al., 2016; Wilson et al., 2013).
De esta forma, Argentina presenta una situación particular con respecto al riesgo volcánico. Si bien la densidad poblacional y la infraestructura en ge- neral son bajas en torno a los sectores cercanos a los volcanes activos, existe distinto grado de exposición a los ries- gos volcánicos a lo largo del país. Sin embargo, existe una muy baja percepción en la sociedad argentina a nivel nacional sobre los riesgos de origen volcánico y su potencial afectación en el territorio nacional.
Aunque las erupciones volcánicas no pueden detenerse, es posible pronosticar su ocurrencia a través del mo- nitoreo volcánico, dando aviso a las autoridades y la población. En este contexto, una sociedad con un bajo conocimiento sobre estos fenómenos naturales es más vulnerable a ser afectada por estas amenazas cuando ocurren. Por ello, es de vital importancia que la población argentina esté informada sobre los volcanes activos de su país y acerca del monitoreo, estudios de peligrosidad y trabajos de divulga- ción sobre los riesgos volcánicos que lleva adelante el SEGEMAR.
Monitoreo y alertas volcánicas
Las erupciones volcánicas general- mente suelen estar precedidas por se- ñales de “intranquilidad” (unrest) que pueden detectarse mediante las redes de monitoreo instrumental. Estas se- ñales, tales como sismos, deformación del edificio volcánico, aumento de la actividad superficial o cambios en los sistemas hidrotermales, posibilitan la generación de alertas tempranas para dar aviso a las autoridades y la población. Monitorear o vigilar un volcán impli- ca estar atento a las señales que este produce y analizarlas para conocer su comportamiento y tratar de pronosticar la ocurrencia de una erupción con la mayor certeza posible. El monitoreo volcánico se realiza mediante la ins- talación de equipamiento específico sobre un volcán y/o mediante el uso de sensores remotos (Guffanti et al., 2010). Esto permite la observación continua y permanente a través de diversos métodos visuales e instrumen- tales de los distintos parámetros que caracterizan la dinámica interna del volcán. Estos parámetros se analizan a lo largo del tiempo con la finalidad de detectar oportunamente cambios en la actividad volcánica y, de ser posible, anticipar alguna condición anómala precursora de un proceso eruptivo.
En Argentina el monitoreo volcánico es llevado adelante por el SEGEMAR a través del Observatorio Argentino de Vigilancia Volcánica (OAVV), mientras que la presencia de ceniza en la atmósfera y su pronóstico de dispersión son llevados adelante por el SMN, quien da aviso a la aeronavegación a través del Centro de Avisos de Ceniza Volcánica (VAAC) y a la población civil a través de la Dirección de Pronósticos y Servicios para la Sociedad.
A su vez, debido a que Argentina comparte múltiples volcanes con Chile, ha sido fundamental el desarrollo de con- venios de cooperación internacional para dar respuesta a esta problemática. Es así como en el año 2013 se firmó un importante acuerdo Binacional entre Chile y Argentina para el control, monitoreo y gestión de las erupciones volcánicas en la región fronteriza en- tre ambos países, ratificado en el año 2016 a través de la firma de un convenio marco de cooperación y asistencia técnica entre los servicios geológicos de ambos países.
De esta forma, a partir de la información recibida de las distintas redes instrumentales instaladas en el país (FIGURA 3) y de las redes de monitoreo de los volcanes de Chile, los profesio- nales del OAVV del SEGEMAR realizan el monitoreo continuo (24/7), utilizando las principales metodologías aplicadas al monitoreo volcánico a nivel mundial, incluyendo: sismología, geodesia, geoquímica, monitoreo visual y a través de sensores remotos.
Figura 3. Estación de multiparamétrica de monitoreo volcánico del OAVV del SEGEMAR instalada en el volcán Lanín

Con esta información, el OAVV del SE- GEMAR previene sobre el nivel de actividad de un volcán a través de la emisión de alertas técnicas y la generación de Reportes de Actividad Volcánica (RAV) y Reportes Especiales de Actividad Volcánica (REAV), de acuerdo a un semáforo de alertas volcánicas (FIGURA 4), el cual va modificando sus colores dependiendo del nivel de actividad del volcán. Siendo publicados a través del sitio web del OAVV (https://oavv.segemar.gob.ar/) y mediante el Sistema Nacional de Alerta y Monitoreo de Emergencias (SINAME) del SINAGIR.
Estas actividades de gestión de los riesgos volcánicos en la República Argentina se realizan en el marco Sistema Nacional para la Gestión Integral del Riesgo y la Protección Civil (SINAGIR), creado a partir de la Ley N° 27.287 del año 2016.
Figura 4. Niveles de alerta técnica volcánica para la República Argentina emitidos por el OAVV

Asimismo, existen diversos organismos científico-técnicos que brindan información indispensable para la gestión del riesgo volcánico en el país, como el Instituto Geográfico Nacional (IGN), la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), la Administración de Parques Nacionales (APN) y la Dirección Nacional de Emergencias y Desastres Agropecuarios (DNRyEA), así como también las Universidades Nacionales y grupos de investigación vinculados a CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Todos estos organismos interactúan y coordinan sus actividades a través de la Red de Organismos Científico-Técnicos para la Gestión Integral del Riesgo (Red GIRCyT) y articulan sus actividades durante una emergencia de origen volcánico a través del “Protocolo Interinstitucional de Gestión de Información Ante la Amenaza De Actividad Volcánica”.
Esta información busca presentar tanto a autoridades, a los organismos que forman parte del SINAGIR y a la comunidad en general, información precisa sobre el estado de actividad de los distintos volcanes que puedan afectar el territorio argentino y los pronósticos de proceso eruptivos y dispersión de ceniza en atmósfera, contribuyen- do de esta manera a salvaguardar la seguridad de las comunidades que puedan verse afectadas producto de la erupción de un volcán. A su vez, esto debe verse complementado por la generación de planes operativos de emergencia ante la ocurrencia de actividad volcánica, y recomendaciones a la población sobre cómo actuar ante este tipo de eventos.
Bibliografía
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- Elissondo M. y Farías C., (2024). Riesgo Volcánico Relativo en Territorio Argentino. Serie Contribuciones Técnicas. Peligrosidad Geológica, 28. Instituto de Geología y Recursos Minerales, Servicio
Geológico Minero Argentino, Buenos Aires. ISSN 2618-5024. - Guffanti, M., Diefenbach, A.K., Ewert, J.W., Ramsey, D.W., Cervelli,P.F., y Schilling, S.P., (2010). Volcano-monitoring instrumentation in the United States, 2008: U.S. Geological Survey. Open-File Report 2009–1165.
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Autores
García Sebastián .Licenciado en Ciencias Geológicas, Director del Observatorio Argentino de Vigilancia Volcánica (OAVV), Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR).sebastian.garcia@segemar.gov.ar