Imbricaciones multiescalares de la nueva geopolítica de la energía
Imbricaciones multiescalares de la nueva geopolítica de la energía
Por Ana Lía del Valle Guerrero
El sistema energético global y los desafíos de las transiciones energéticas
Como sostiene el discurso hegemónico que mantienen tanto los países centrales como los diversos organismos internacionales, la reconversión de la matriz energética mundial desde los hidrocarburos hacia las energías renovables requerirá una transformación estructural casi completa de los sistemas de energía y transporte e impulsará un período dinámico y prolongado de innovación, oportunidad, empleo y crecimiento económico, aunque la pregunta desde el Sur Global es ¿para quién? Los países en desarrollo requerirán cooperación global y asistencia financiera, así como transferencia de tecnología para pasar a una senda de crecimiento con bajas emisiones de carbono. En este contexto, la perspectiva geopolítica es otro modo de abordaje de la realidad, en la cual se destacan sus aportes como modelo de análisis complementario en estudios económicos y su consideración del territorio como anclaje territorial y no sólo como enclave productivo pues allí existen, entre otros, recursos y actores sociales como protagonistas principales (Guerrero, 2016).
Desde el punto de vista histórico, las transiciones energéticas se desarrollan durante largos períodos de tiempo -40 a 130 años- y se relacionan con la transición de una economía con una fuente dominante de energía y su correspondiente tecnología a otra, tal es el caso del paso de la leña al carbón, luego del carbón al petróleo y, por último, el paso del petróleo al gas. Se sumaron, además, cambios en el modo de transporte del gas que pasaron del uso de gasoductos al transporte por vía marítima en forma de gas natural licuado (GNL), que le otorgaron mayor flexibilidad y produjeron una reconfiguración geográfica de la circulación de la energía tanto a escala global como regional a través de la conformación de nuevas redes de distribución. Esta situación expresa cómo frente a los desafíos que plantean las transiciones energéticas, el sistema energético reordena y reorganiza los flujos de energía en función de los recursos y obstáculos que presenta cada período histórico (Guerrero, 2016).
En la actualidad, en el contexto de la crisis climática, se impulsa una nueva transición energética hacia las denominadas energías limpias que son aquellas fuentes que generan bajas o nulas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).En la actualidad, en el contexto de la crisis climática, se impulsa una nueva transición energética hacia las denominadas energías limpias que son aquellas fuentes que generan bajas o nulas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Los cuatro emisores principales a escala global que han contribuido con el 55% de las emisiones totales de GEI son: China, Estados Unidos, los 27 países integrantes de la Unión Europea y la India. En cuanto a las emisiones de América Latina y el Caribe (ALyC), estas representan solo el 8,3% de las emisiones mundiales. Mientras que el 70% de las emisiones globales proviene del sector energía, en esta región, la participación de dicho sector es del 45%, seguido de un 23% de la agricultura y la ganadería y un 19% por cambio de uso de suelo, asociado a la deforestación y el avance del agronegocio (Rabi, Pino y Fontecilla, 2021 en Svampa, 2022).
Las denominadas nuevas energías renovables o energías renovables no convencionales, como la energía eólica y la energía solar, tienen la particularidad de ser recursos naturales virtualmente infinitos, como el sol o el viento, que no tienen costo, no son transables como recurso natural, sino solo como forma de energía final. Las energías renovables, a pesar del problema de la intermitencia y del almacenamiento que continúa limitando su participación en la matriz energética, se encuentran en un momento que parece favorecer la posibilidad de superar la traba histórica que fueron los costos de su producción, a través de la aplicación de incentivos y subsidios para su desarrollo, junto a cambios tecnológicos y el cambio de conciencia social sobre el ambiente en relación con las consecuencias del cambio climático.
El contexto global y regional de la Geopolítica de la Energía
En el marco de la Geopolítica en general, la Geopolítica de la Energía en particular procura “analizar y comprender los conflictos que surgen en el uso de los recursos energéticos, en función de factores geográficos asociados a disponibilidad para desarrollo de rutas de transporte y construcción de infraestructura, sumados a factores políticos y económicos” (Hutschenreuter, 2008, p.3). Desde una perspectiva latinoamericana de la Geopolítica de la Energía, Guerrero (2021) suma a esta definición los factores tecnológicos y financieros, por la dependencia que generan, principalmente en los países del Sur Global, donde la tecnología y el apoyo financiero actúan como herramientas de soft power.
Desde el punto de vista geopolítico, el mundo actual se caracteriza por complejas dinámicas de la geopolítica de la energía, donde coexiste la geopolítica de las energías renovables junto a la geopolítica de los combustibles fósiles (convencionales y no convencionales). La transición hacia las energías limpias no elimina las cuestiones geopolíticas puesto que surgen nuevas dependencias relacionadas con la necesidad de minerales críticos para las tecnologías de la transición energética. En este sentido, la región sudamericana posee recursos estratégicos y minerales críticos para la transición hacía energías limpias, tales como litio (Chile, Argentina y Bolivia en conjunto representan el 53% de las reservas mundiales) y cobre (Chile 26,7% y Perú 10,5%, aportan el 40% de la producción global). Estos porcentajes remarcan el grado de concentración de estos recursos y le agregan complejidad al mercado a escala global.
China, desde una mirada geopolítica de las energías renovables, se ha convertido en un nuevo cuasi-monopolio en cuanto a las tecnologías limpias de la transición energética, debido a que la mayor parte de esta cadena de valor que va desde la extracción minera, al procesamiento y manufactura, se realiza allí o depende de empresas chinas, lo cual implica también una apropiación de flujos comerciales que la benefician y una mayor dependencia global de China, dado su dominio de las cadenas de suministro de energía limpia, como se observa en la FIGURA 1.
FIGURA 1. Cadenas de suministros indicativas de petróleo, gas y tecnologías limpias seleccionadas
Fuente: Agencia Internacional de la Energía, 2022.
En este contexto, la región sudamericana adquiere mayor protagonismo y se convierte en un espacio en disputa en el tablero del juego global de la energía, tanto por la presencia de recursos renovables y no renovables, como por poseer minerales críticos para la transición hacía energías limpias, con excedentes que le permiten autoabastecerse y exportar. El litio se vuelve un recurso natural estratégico, por ser clave para el despliegue de una economía verde para mitigar el cambio climático, a la vez que el cobre es un componente fundamental en los procesos de electrificación. Desde inicios del año 2000, China intensificó sus lazos económicos con Sudamérica para asegurarse los minerales críticos/recursos estratégicos que precisa, ya sea a través de importaciones energéticas o realizando desembolsos de capital en la región para financiamiento de infraestructura o compra de tecnología, mediante bancos de inversión propios o compra de firmas locales vinculadas a hidrocarburos y minería. Según datos del China Global Investment Tracker de 2020, entre 2005 y 2020, China invirtió USD 101.250 millones en emprendimientos energéticos en América del Sur (Fuser y Almeida, 2020).
Esta situación, que existe a escala global, en lo particular se ve reflejada en los resultados comerciales de las importaciones de ALyC para incorporar estas tecnologías de la transición que, entre 2007 y 2019, muestran un flujo comercial global de paneles solares y otros componentes fotovoltaicos de alrededor de USD 22 mil millones (principal proveedor China) y en equipos de generación eólica por un total de USD 10,5 mil millones en el mismo período (The Ballester Media Group, 2021). Estos valores muestran cómo las tecnologías de la transición energética no benefician ni llegan de manera equitativa a todos los países y remarcan la dependencia tecnológica de la región, en relación con el uso de las energías renovables. Todo ello lo aleja de la idea de una transición energética justa e inclusiva.
Además, se suma la dependencia financiera puesto que, como sostiene la Agencia Internacional de Energía, las finanzas son el eslabón perdido para acelerar el despliegue de energías limpias en las economías en desarrollo. Poner al mundo en camino hacia 1,5°C requiere un aumento en la inversión anual en proyectos e infraestructura de energía limpia de casi USD 4 billones para 2030. Los países de ALyC presentan importantes ventajas comparativas para la transición hacia matrices más sostenibles por la gran cantidad de recursos naturales renovables y no renovables que poseen para la producción de energía.No obstante, los países de ALyC presentan importantes ventajas comparativas para la transición hacia matrices más sostenibles por la gran cantidad de recursos naturales renovables y no renovables que poseen para la producción de energía. El porcentaje más alto de renovables a escala global se da en ALyC con el 61% de la capacidad de generación de energía a partir de renovables y una participación superior al 26% de energía renovable en la oferta de energía primaria en la región. Como particularidad regional, se destaca el peso que tiene la energía hidroeléctrica (energía renovable convencional).
En relación con el gas, también se están dando nuevas dinámicas que cambian el escenario regional y global. El enfrentamiento Rusia-Ucrania (2022-2023) aparece como un evento disruptivo en la transición energética contemporánea, con implicancias geopolíticas y geoeconómicas que se extienden a diferentes escalas. Se inicia como un enfrentamiento bilateral que toma luego carácter regional y global con impactos económicos, políticos/geopolíticos, sociales, ambientales y energéticos en particular. Desde la Geopolítica de la Energía, se observa un retorno a priorizar la seguridad energética a fin de evitar su contracara: dependencia y vulnerabilidad, tal es el caso de la Unión Europea frente a la interrupción del flujo de gas ruso.
Como hecho contradictorio, se da una nueva taxonomía de la Unión Europea (UE) que reconoce al gas -eje central del conflicto- ya no como combustible de transición, sino como combustible verde. Se suma también a la energía nuclear, considerando que ambas fuentes están en consonancia con los objetivos climáticos y medioambientales de la UE que ayudarán a acelerar el cambio de los combustibles fósiles hacia un futuro climáticamente neutro, como sostiene el documento adoptado el 9 de marzo de 2022, por el Acta de la Comisión Europea. Al mismo tiempo, Estados Unidos se transformó en el principal exportador de GNL a escala global (por encima de Australia y Qatar) y captó casi un tercio del mercado gasífero de la Unión Europea, con lo cual cambia la dependencia del gas ruso por la dependencia del GNL de Estados Unidos.
En 2023, la región sudamericana se encuentra frente a la posibilidad de rediseñar los flujos de gas a partir de los resultados alcanzados en la explotación de Vaca Muerta en la Argentina. Este yacimiento abre la posibilidad de redireccionar tanto el flujo de gas hacía el Pacífico, a través de los gasoductos construidos con Chile, como el flujo de gas hacia Brasil a través de los gasoductos existentes con Bolivia que, frente a la disminución de sus reservas, se plantea si alquilarlos a la Argentina o comprar el gas y revenderlo a Brasil, como expresó el presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). Esta situación muestra que la integración gasífera en Sudamérica tiene una rica y vasta trayectoria que aún no está agotada, que se adapta a las circunstancias que la realidad le impone y lleva a la posibilidad de recuperar la integración gasífera a escala regional abasteciendo desde Argentina a Bolivia, Brasil y Chile. A la vez, posibilita la expansión a escala global mediante la exportación de GNL a mercados del Atlántico mediante la construcción de un nuevo gasoducto (gasoducto Néstor Kirchner) y la instalación de plantas de licuefacción en tierra en Bahía Blanca. La FIGURA 2 sintetiza estos cambios en la trama gasífera, en el período 2004-2024.
FIGURA 2. Cambios en la trama gasífera, 2004-2024
Fuente: Guerrero 2023, sobre la base de Guerrero, 2016. Elaborado en el Centro de Documentación Cartográfica del Departamento de Geografía y Turismo (UNS).
Reflexiones finales
Tanto en el Norte como el Sur Global el sistema energético no puede ser analizado como una unidad homogénea puesto que en cada región y país se han producido configuraciones macro regionales particulares en su interior, que responden a la especificidad de sus trayectorias históricas y que plantean interrogantes en relación con los futuros escenarios de la transición energética. En el caso de Sudamérica, se observa el avance precursor de la región en la incorporación de energías renovables como hidroelectricidad, biocombustibles para el transporte y el temprano pasaje del petróleo al gas en su matriz energética. En simultáneo, se da también la contradicción de un incremento en la explotación de hidrocarburos no convencionales en la formación Vaca Muerta (Argentina); en aguas profundas y ultraprofundas del Presal (Brasil); minerales como el litio (Chile, Argentina, Bolivia).
Por último, se puede afirmar, desde la perspectiva de la Geopolítica de la Energía, que Sudamérica se encuentra frente a la oportunidad de dejar de ser un espacio fragmentado en economías nacionales orientadas a lograr su propia seguridad energética y convertirse en un espacio integrado que busque alcanzar una transición energética sustentable, apoyada en políticas de transición energética comunes, a partir de la variedad de recursos renovables y no renovables que posee, de la infraestructura existente y de los numerosos acuerdos firmados entre los países de la región.
No obstante, desde una mirada pragmática, se observa que la región sudamericana se encuentra con la presión de una descarbonización impuesta desde la escala global, que no respeta las diferentes rutas de transición de cada país y no considera que la región necesita una trasformación energética más profunda y sostenible, adaptada a su propia agenda sobre la base del mix energético que se encuentra disponible en su territorio. La región debe buscar no solo mitigar el cambio climático y dar seguridad energética, sino contribuir también a mejorar la calidad de vida de la sociedad y evitar la pobreza energética, asegurando una transición energética justa e inclusiva, que la sociedad debe demandar.
Bibliografía
Autora
Ana Lía del Valle Guerrero. Doctora en Geografía y Magister en Políticas y Estrategias (Universidad Nacional del Sur). Licenciada y Profesora en Geografía (Universidad de Buenos Aires). Profesor Asociado con dedicación exclusiva, Departamento de Geografía y Turismo, Universidad Nacional del Sur. aguerrero@uns.edu.ar