Vasos vacíos: la complejidad de medir la sequía y sus impactos

Vasos vacíos: la complejidad de medir la sequía y sus impactos


Por María de Estrada y Mariano Quesada.


Todos los días, muchas personas en nuestro país observan y registran las lluvias. En los últimos años, una imagen es recurrente: los vasos vacíos o, más precisamente, los pluviómetros que registran poco y nada. Estamos transitando el fin del triple evento de La Niña 2020-2023. La sequía es tan intensa que desnuda los lechos de arroyos, ríos, lagos, lagunas y esteros. Deja sin agua a las comunidades rurales y evidencia los duros resultados de este modelo productivo cuando este recurso escasea. Esta sequía también expone la falta de infraestructura, planificación y acciones tempranas y evidencia la desarticulación de políticas públicas.

Para gran parte de nuestro país1, La Niña significa la ocurrencia de intensas sequías. Sus consecuencias demostraron un alto impacto en sectorescomo el energético, el agropecuario, el transporte fluvial y terrestre, en el hábitat y la vivienda, entre otros. En febrero de 2023, se superaron las 170 millones de hectáreas afectadas en el país, entre ellos los ambientes más húmedos del país, como la Mesopotamia. El año pasado ya sólo Corrientes sufrió la quema del 12% de su territorio y este año vuelve a ser azotada por sequía severa. Innumerables cursos y cuerpos de agua se secaron y se llenaron de cianobacterias. La zona núcleo pampeana estará alcanzando los valores más bajos de rendimientos agrícolas de los últimos 20 años (superando a la sequía 2008-2009, considerando los avances tecnológicos y genéticos actuales3) , mostrando principal afectación en los sistemas ganaderos y afectando por igual cultivos de siembras tempranas y tardías. Los áridos montes mendocinos de trashumancia y la estepa santacruceña también están siendo afectados en simultáneo por una sequía de la que no se tenía registro. Como queda en evidencia, las sequías son uno de los riesgos que mayor impacto tiene en nuestro país. Pese a ello, es un riesgo invisibilizado: es fundamental destinar recursos y esfuerzos a abordarlo, a reflexionar al respecto y, por supuesto, a avanzar en la reducción de su riesgo.

Las sequías (y sostenemos el plural porque como veremos hay muchas y muy distintas sequías) pueden definirse desde su origen natural como eventos hidrometeorológicos extremos signados por la escasez de agua. Wilhite y Glantz (1985) identificaron más de 150 definiciones distintas: algunas tenían que ver con una falta de lluvia identificada (tantos milímetros por debajo del promedio), otras con un período de tiempo específico (que no llueva entre tal y tal mes), otras con los impactos en cultivos, actividades económicas o ecosistemas. Las diversas definiciones demuestran la complejidad que caracteriza a este fenómeno: es difícil identificar su inicio y su fin, ya que se van acoplando a estas condiciones de estrés hídrico variables relacionadas con los distintos sistemas: atmosférico, edáfico, agronómico, ecológico, hídrico, socio-económico, en tiempos y órdenes que no son regulares. Es complejo medir su intensidad, ya que a todas estas variables hay que cuantificarlas de alguna manera. También es arduo medir sus impactos, debido a que los efectos indirectos muchas veces son mayores que los directos y se propagan en cascada, influyendo en otros territorios más allá de los afectados por la sequía (por ejemplo, mediante el incremento de precios de los alimentos y deudas productivas, o el estado de las napas freáticas).

A esta complejidad propia de la definición de las sequías, debemos sumarle el embrollo institucional. En Argentina, hay 25 instituciones que dedican esfuerzos nacionales al monitoreo y predicción de distintas variables vinculadas a las sequías (Nantenzon, 2020): el Servicio Meteorológico Nacional, diferentes áreas de la actual Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, distintas universidades, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, entre muchas otras.

Sin embargo, las sequías, más allá de todo intento de construir una definición que contenga toda su complejidad y diversidad, conllevan riesgos que, como todos los eventos extremos nacidos de la dinámica de la naturaleza, se construyen social e históricamente. Se imbrican con las múltiples territorialidades que constituyen la gran diversidad de ambientes, paisajes, culturas y sociedades. Esto no hace más que agregar otro eje de análisis más a la discusión.

Para fortalecer el monitoreo de sequías en Argentina y reflejar su complejidad fue necesario poner en diálogo no sólo los productos que cada institución generaba (índices de precipitación, balances hídricos, simulaciones por cultivo, anomalía de índices de vegetación, informantes en campo que relevan los impactos de sequía, etc.), sino a las propias expertas y expertos de las instituciones que los desarrollan. Fue así que luego de la sequía 2017-2018, y de la mano de la Ley 27.287 que crea el Sistema Nacional de la Gestión Integral del Riesgo (SINAGIR) y le otorga un rol claro a la red de organismos científico-tecnológicos para la gestión de riesgo, iniciamos las reuniones de la Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías (MNMS) en febrero de 2019. La mesa fue convocada por la actual Dirección Nacional de Riesgo y Emergencias Agropecuarias en el marco de la Red Gircyt, y participaron 10 expertos y expertas que pusieron en común 13 productos que monitoreaban distintos aspectos de la sequía. El resultado fue un mapa consensuado con niveles de sequía leve, moderada severa, basado en los umbrales Establecidos en el “Protocolo interinstitucional de gestión de información ante la amenaza de sequías”. Desde ese entonces hasta la actualidad, la MNMS continúa reuniéndose de forma mensual para trabajar con la actualización de los productos e indicadores que la abastecen. La integran cerca de 15 profesionales de 6 instituciones y se destaca por la interdisciplinariedad: hay profesionales de meteorología, ciencias agrarias, ambientales, geografía, física, biología, etc.

Mensualmente, la Mesa evalúa una batería de más de 20 productos que estudian distintos aspectos de la sequía mediante la medición de datos de estaciones meteorológicas, modelos que combinan información de estaciones y satélites, datos interpolados, altura de cursos de agua, estados de los principales cultivos, relevamiento de prensa y una red territorial de técnicos y técnicas del INTA que otorgan información del impacto agropecuario y socio-económico de las sequías. Se compaginan los aportes de las distintas instituciones y se realiza una presentación colectiva donde cada experto o experta analiza los resultados que observó en el transcurso del mes. El diálogo experto produce intercambio de opiniones, preguntas vinculadas al origen de los datos, la conformación de los índices, la posibilidad de que alguno de los datos no sea confiable, procesos que se observan en los territorios, etc. Finalmente, se elabora un mapa consensuado usando como base un sistema de información geográfica donde se integran los diferentes índices que las instituciones generan. En el momento de la elaboración del mapa, se identifican regiones donde los índices muestran la misma señal (de intensificación o mejora en las condiciones de sequía), lugares donde esto no ocurre y qué es lo que esa diferencia puede estar significando a nivel ambiental o productivo, notando los principales cambios y continuidades. Este momento, que es fundamental en la elaboración del mapa mensual de sequías, es el de intercambio de conocimientos y complejización de la sequía: se suman aspectos vinculados a las diferentes vulnerabilidades, tanto sociales como ambientales. El resultado es un mapa de riesgo de sequías en Argentina.

Actualmente, el fruto de las reuniones mensuales es un informe que las instituciones publican en forma conjunta y que incluye un resumen de las condiciones de sequía, el mapa que identifica sequías leves, moderadas o severas en el territorio nacional (FIGURA 1), un análisis de impacto y duración de las condiciones de sequía por regiones (FIGURA 2), estadísticas vinculadas a los factores ambientales y agropecuarios en riesgo y un gráfico que ilustra el balance hídrico en el suelo para algún punto que se quiera destacar. Además, la información generada por la mesa alimenta al Informe de Escenarios Trimestral del SINAME (Sistema Nacional de Alerta y Monitoreo de Emergencias), destinado a integrantes de las Defensas Civiles del país y otros miembros del SINAGIR.

FIGURA 1. Nivel de sequías en Argentina (parte continental americana) en enero (2019-2023)

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Fuente: elaborado por el IGN con base en datos de la Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías.


FIGURA 2. Efectos de la sequía por región en febrero de 2023

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Fuente: Informe de la Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías.

En el último año, la MNMS convocó en dos ocasiones a encuentros con la Secretaría Ejecutiva del SINAGIR y autoridades de las provincias afectadas, brindando información sobre el estado de la sequía y posibles escenarios. Entre 2022 y 2023, la información generada fue sustento para el análisis de 31 decretos provinciales de emergencias y/o desastres agropecuarios en 14 provincias, que fueron plasmadas en Resoluciones Nacionales del entonces MAGYP y actualmente del MECON. Se expuso el riesgo de sequías y los escenarios posibles para el sector agropecuario en el Consejo Federal Agropecuario y en otros espacios institucionales en los que se divulgó la información disponible. Estos resultados positivos fueron posibles por la sinergia que genera el trabajo interinstitucional e interdisciplinario, y el compromiso y excelencia profesional del equipo de personas que lo conforma. Asimismo, la formalización de la institucionalidad de estos espacios es la clave para la continuidad del trabajo en el tiempo. Es importante contar con la información a tiempo para poder llevar adelante acciones tempranas que disminuyan el impacto, tanto de las sequías como de otros eventos extremos que se presentan cada vez más frecuentes y con mayor Intensidad.

La fortaleza de este proceso radica en no simplificar lo que es complejo. Como ya fue enfatizado, las sequías son un evento intrincado, por ello tanto su monitoreo como las acciones para disminuir su impacto tienen que sostener este carácter. Los conocimientos para su evaluación tienen que poder debatir esta multidimensionalidad que es propia de las sequías. Y ello es compatible con un mensaje claro, basado en indicadores provenientes de las mejores fuentes tecnológicas disponibles, generado de forma sistemática.

En el horizonte, los principales desafíos se vinculan al diseño de una estrategia de comunicación efectiva que logre que el mensaje sobre el estado de las sequías en Argentina genere la mayor cantidad/calidad de acciones posibles, tendientes a la reducción del daño. La capacitación debe ser continua en todos los niveles de las y los expertos, así como el acercamiento a los territorios afectados por sequías. Se debe trabajar en la usabilidad de los productos que las instituciones generan, para ampliar el público destinatario y retroalimentar con usuarios las necesidades específicas. El diálogo tiene que ser permanente con quienes toman decisiones para lograr mantener en el temario a las sequías y logra potenciar las acciones vinculadas y sostenerlas en el tiempo.

En escasos años, estaremos transitando nuevamente una Niña y, con ella, eventos de déficit hídrico en la región más productiva y más habitada del país. El SINAGIR emerge y se muestra hoy como el aglutinante natural de la institucionalidad estatal respecto a esta problemática. En su seno, comandado por las máximas autoridades de gobierno, deben darse la planificación y acuerdos necesarios para avanzar en materia de prevención y respuesta temprana en la contingencia para evitar que la sequía continúe deteriorando con este grado de magnitud a los ecosistemas naturales, agroproductivos y socio-rurales de nuestro país. Los avances tecnológicos, las capacidades técnicas y el diálogo de saberes entre expertos y territorios brindan un mayor grado de certezas para la toma de decisiones y la preparación. Que esta histórica triple Niña no sea en vano, y que sus impactos indirectos sin precedentes puedan ser socialmente relacionados con su causa principal. Desde la MNMS seguiremos trabajando fuertemente en ello.

Bibliografía

  • Estimaciones Agrícolas. (2023). Monitor de estimaciones agrícolas. Subsecretaría de Agricultura, Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación. https://www.magyp.gob.ar/sitio/areas/estimaciones/monitor/
  • Infobae. (2022, 10 de marzo). Incendios en Corrientes: el fuego afectó a más de 1 millón de hectáreas, el 12% de la superficie total de la provincia. Infobae. https://www.infobae.com/economia/campo/2022/03/10/incendios- en-corrientes-mas-de-1-millon-las-hectareas-fueron-afectadas-un-12-de-la-superficie-total-de-la-provincia/
  • Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías. (2023). Informe de febrero 2023. https://www.magyp.gob.ar/sitio/areas/d_eda/sequia/
  • Natenson, C. (2020). Reporte de avance: Cooperación técnica. Sistema de información sobre sequías para el sur de Sudamérica.
  • Wilhite, D. A., & Glantz, M. H. (1985). Understanding the drought phenomenon: The role of definitions. Water International, 10(3), 111–120. https://doi.org/10.1080/02508068508686328.
  • Autores

    María de Estrada.Licenciada en Geografía. Coordinadora de la Oficina de Monitoreo de Emergencias Agropecuarias. DNRyEA, SAGYP. mestrada@magyp.gob.ar

    Mariano Quesada.Ingeniero Agrónomo. Director de Crisis y Asistencia Agropecuaria.DNRyEA, SAGYP. mquesada@magyp.gob.ar