ANTÁRTIDA: Hija de los Griegos
ANTÁRTIDA: Hija de los Griegos
El topónimo se encontraba en la imaginación de los primeros científicos de la antigüedad y su fundamento lo encontramos en la concepción filosófica de los griegos.
Antes de la concepción de un hijo, durante su gestación que culminará con la aparición de una nueva vida, los progenitores ya han pensado en el nombre del nuevo ser. Nombre con el cual toda la sociedad lo identificará y lo perpetuará a través del tiempo.
Este es el caso de la Antártida, hija de los griegos, pensada y bautizada antes de ser avistada y explorada por los temerarios marinos que surcaron los mares del sur.
El topónimo se encontraba en la imaginación de los primeros científicos de la antigüedad y su fundamento lo encontramos en la concepción filosófica de los griegos, tanto en la escuela Jónica (1) como en la Pitagórica (2) , que se preocuparon por colocar dos realidades frente a frente. Es así, que la tendencia de los griegos a la armonía, al equilibrio, a la simetría, lleva a Cratos de Mallos, que enseñara en Pérgamo y había leído a Homero, a plantearse la problemática acerca de las dimensiones de la Tierra en especial del ecúmene. Éstas eran muy recudidas para cubrir la superficie de la esfera, concebida por las escuelas Pitagórica y Eleática (3) , donde las tierras habitadas ocupaban solamente una cuarta parte. Cratos resolvió el problema dibujando tres continentes que sirviesen para equilibrar a ese mundo tan poco armonioso. De aquí nace el concepto de las antípodas o “GRAN CONTINENTE AUSTRAL”, que fue representado por primera vez en un globo. La idea parte de la interpretación de las narraciones homéricas que indujeron a pensar que los océanos se cruzaban en forma rectangular. Uno seguía el sentido de los meridianos y pasaba por los polos y el otro formaba una faja en la región ecuatorial, corría en el sentido de los paralelos. De esta manera, quedaban conformadas cuatro grandes masas de tierra, con la que, se encontraba restablecido el equilibrio. Al ecúmene (4) conocido como hemisferio norte se le oponía otro, el antiecúmene, en las antípodas del hemisferio sur.
También del mundo griego va a surgir el topónimo “ANTARTIDA”, denominación que proviene de “ANTARTIKOS” en oposición a “ARKTIKOS” (ártico) que en griego significa “oso”, nombre aplicado al Polo Norte, sobre el cual se encuentra la constelación de la Osa Menor.
Establecido este origen, veamos sucintamente la evolución que tuvo la concepción cartográfica acerca de la Antártida por otras civilizaciones y en distintas épocas. Los romanos, herederos del saber griego, limitaron su actividad geográfica a la compilación de los conocimientos de sus vecinos mediterráneos. La idea de la esfera quedó en el olvido a partir del historiador Polibio. Se consideraba que el ecúmene estaba constituido por una gran masa continental rodeada por las aguas, lo que le daba a ésta aspecto insular.
“Credo, ut intelligam” fue la frase que se gobernó toda la Alta Edad Media y que permitió que la cartografía se cubriese con información sobre países exóticos, animales y seres monstruosos. No es que se haya dejado de lado la cuestión sobre la existencia de las antípodas; sino que prevalecieron las hipótesis basadas en la religión, sobre las concepciones científicas, ya esbozadas en la antigüedad y que en algunos casos fueron duramente castigadas por importantes miembros de la Iglesia.
En contraposición a las concepciones cristianas, que delinearon la cartografía de aquella Europa dogmática y estancada de la Alta Edad Media, aparece emergiendo de las arenas del desierto una nueva cultura que está presentada por los seguidores de Mahoma.
Los árabes dieron un gran impulso a las ciencias dentro de su imperio, aunque la religión guiaba muchas de sus actividades, ésta no fue un obstáculo, sino un incentivo para la búsqueda de nuevos horizontes y la apertura al conocimiento. Es así, que los pueblos islámicos se dedicaron a traducir las obras de los clásicos griegos, como Aristóteles y Ptolomeo, con lo cual incorporaron importantes conocimientos, ya vertidos por estos autores en la antigüedad entre los que cabe recatar la vigencia de la concepción de la esfericidad terrestre. Dentro del ámbito cartográfico son importantes los trabajos volcados en el llamado “Atlas del Islam” (5) , donde se retorna a una representaciónmás realista de los hechos geográficos.
Con el resurgir de la vida urbana, en los albores de la Baja Edad Media, hay un renacer en el intercambio de los conocimientos y la búsqueda de respuestas, a preguntas que durante la Alta Edad Media fueron guardadas para épocas propicias. De este período datan los primeros “Portulanos” o “Cartas de Marear” que dieron una respuesta práctica a las necesidades que tenían los navegantes, del mar Mediterráneo principalmente, y de las costas atlánticas en forma más ocasional. Estas cartas tienen su inicio durante el siglo XIII, algunos autores las dan como más antiguas, y daban preferencia a la representación de los accidentes costeros, siendo la información del interior de los continentes totalmente marginal. Se distinguen por la disposición de una red de líneas que parten del centro de una rosa de compas, en forma de 16 radios, hacia otras 16 rosetas y con lo cual conformaban una figura circular. En los portulanos del siglo XVI, ya era aceptada la idea de la existencia de un continente austral, aparece representada en Tierra del Fuego unida a una masa de tierras que se denomina “Terra cognita” y que a su vez está cortada por el Círculo Polar antártico al cual se lo conoce como “Circolo Antarticho”.
A diferencia de la fidelidad lograda en la representación de los contornos continentales en los mapas portulanos, surge una cartografía confeccionada en base a una seudo geografía, nacida de los mitos y leyendas, relacionados con los primeros viajeros o Cronistas de Indias, vinculados con el descubrimiento de América por los españoles.
Si hablamos de leyendas sería importante recordar dos de ellas que están relacionadas con los nativos del nuevo mundo:
La primera recogida de la mitología polinesia, reflejada por Ernesto Fitte (1962, 25), se remonta al año 650 a.C., cuando un aventurero polinesio llamado Hui-te- raingora con una canoa doble navegó días y noches hasta observar unos objetos blancos que emergían del mar. Su asombro quedó traducido en la expresión Tai-uka-a-poa, que en su idioma significa “espuma de arrurus” (fécula blanca extraída de la raíz de una planta que flotaba entre las aguas).
La otra leyenda a la cual nos remitimos, está narrada en la “Historia Antártica Argentina” (pág. 12) y pertenece a los amerindios fueguinos Aush, que al emigrar de otras tierras hacia el sur fueguino encontraron el “país de los hielos”, que podrían ser los archipiélagos que se encuentran en el norte de las costas antárticas.
Más allá de las representaciones imaginarias, consecuencia de los nuevos aventureros, durante el siglo XVI la producción cartográfica es de gran importancia, aunque en muchos casos consistía en obras antiguas a las cuales se les agregaban informaciones correspondientes a los descubrimientos que se iban registrando.
Por supuesto, además de aparecer el continente americano dibujado con distintos contornos, ubicaciones y denominaciones, aparecen diversos topónimos incluidos en las tierras que trata, de alguna forma, de representar al continente blanco. Así encontramos en un mapa de Diego de Ribero, del año 1529 donde aparecen en la parte inferior las inscripciones “Circulus Antarticus” y “Polus Mundi Antarticus”. Similares características tiene una representación de Orontio Fine publicada en el año 1531 y donde aparece un extenso territorio con las leyendas “Terra Australis Recenter inuenta, ser nondum plene cognita” y dentro del espacio continental, se pueden leer los nombres de “Brasilie regio” y “Regio Patalis” que identifican a dos sectores de dicho continente.
El genial Leonardo Da Vinci, también se ocupó de realizar un croquis de la Antártida aunque no le asignó denominación alguna al continente blanco. El flamenco Gerardo Mercator (Kremer), en su planisferio de 1569, representa un continente con la leyenda “Meridien/Polus Antarcticus”. En un grabado confeccionado sobre una plancha de madera, cuyos autores son Gemma Frisius y Pedro Apiano, aparece en la zona austral una masa de tierra, la cual se encuentra innominada.
Son muchos los cartógrafos y otros tantos los nombres que se imponen al continente que aún faltaba descubrir. Así podemos mencionar como autores que incluyen en sus obras algunas referencias acerca de la Antártida, a Abraham Ortelius, Enrique Hondo, Alexis Jaillot, Robert Thorne, Cornelius De Jode entre los más conocidos. De los topónimos aplicados al novísimo continente, encontramos algunas coincidencias y también gran variedad en los mismos. Podemos mencionar los de “AUSTRALIS NONDUM COGNITA”, “TERRA AUSTRALIS INCOGNITA”, “TERRA FIRMORUM” y “PARS CONTINENTIS ANTARCTICUS”.
En cuanto a la primera aparición escrita con el nombre de “Antártida”, según Quevedo Paiva (1987,1) se remonta a 1505, donde en una carta del navegante Américo Vespucio aparece la inscripción “De ora Antártica per regem Portugallia pridem inventa” en el título de una obra publicada en Estrasburgo.
Como vemos, durante el siglo XVI, el nombre “Antártida” era de uso frecuente para designar a la tierra que se dibujaban próximas a la zona polar y que eran representadas por los más importantes cartógrafos de la época.
Son muchos los que han pretendido tener el honor de haber sido los primeros en reconocer las tierras antárticas, desde los fofoqueros matriculados en el Río de la Plata –como el buque San Juan Nepomuceno– hasta el comandante Bransfield de la Royal Navy.
Las discusiones se mantienen acerca del descubridor material del continente blanco, a diferencia, no caben dudas sobre quienes le dieron el nombre a estas tierras, que aún hoy, después de 2000 años de su bautizo por los sabios griegos, siguen guardando el encanto y el misterio que le supieron dar los cartógrafos del pasado.
Profesor RUBEN MAURICIO ALBANESE
Ex Director de Geografía - IGN
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(1) Escuela Jónica: Escuela griega que se desarrolló en Asia Menor e islas del mar Egeo, tiene su centro de difusión en la ciudad de Mileto. Sus principales representantes son: Thales de Mileto, Hecateo de Mileto, Anazimandro y Anaximenes. Los mapas de los Jonios eran circulares y tenían como punto central a la ciudad de Delfos.
(2) Escuela Pitagórica: Escuela griega que alcanza su desarrollo en la Baja Italia. Tiene como fundador a Pitágoras que defiende la esfericidad terrestre y tiene al 10 como número perfecto.
(3) Escuela Eleática: Escuela griega de la ciudad de Elea, creada por Xenofanes de Colofon, quien adscribe a la teoría de la esfericidad terrestre y realiza una división de la tierra en 5 zonas climáticas.
(4) Ecúmene: Denominación que se le da a la parte habilitada de la tierra.
(5) Atlas del Islam: Conjunto de 21 cartogramas, donde la primera representación corresponde al mundo islámico conocido, la segunda y la tercera a los mares interiores más importantes -Mediterráneo, Caspio y Golfo Pérsico- y los restantes a cada una de las provincias islámicas.
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